Recreación artística de la sonda 'Akatsuki' cerca de Venus. | AFP |
Sus caras eran un poema (malo). Junjiro Onoda, director de la Agencia de Exploración Aeroespacial Japonesa, y Masato Nakamura, gestor del proyecto cosmonáutico que iba a colocar el satélite Akatsuki en la órbita de Venus, tuvieron que comparecer en rueda de prensa –situación altamente embarazosa en un país donde aún cuenta el honor, rige el bushido y los errores se pagan para explicar por qué el artefacto, cuyo lanzamiento llegaba con casi siete meses de demora respecto al calendario previsto, se había esfumado en la nada sideral dos o tres minutos después de que empezase la desaceleración previa a su ingreso en los campos gravitatorios venusinos. Pasarán seis años, si no más, antes de que vuelvan a intentarlo.
Fallaron, por así decir, los frenos. El satélite, que durante dos años largos iba a escudriñar la atmósfera del planeta al hilo de una órbita elíptica de treinta horas y desde una altitud mínima de 550 kilómetros y máxima de 80.000, patinó y no atinó a engancharse a ella.
Decepción y desconcierto
La expectación suscitada por el lanzamiento era de alto voltaje. La gente está decepcionada y desconcertada. Falta de costumbre en un país donde la chapuza no es usual y nadie la practica ni la entiende. Onoda reconoció que lo sucedido era lamentable en grado sumo (sic), tanto más cuanto que no es la primera vez que algo similar sucede. El satélite Nozomi (Esperanza), lanzado hacia la órbita de Marte en 1998, también dio en hueso y quedó, cinco años después, en nada a causa de una serie de percances parecidos a los que han hecho fracasar la nueva intentona.
El patinazo se produce en mal momento, cuando la moral del país, cuya economía no sólo no acierta a salir del pozo negro que se abrió en el 93, sino que se hunde en él cada vez más, está por los suelos. China, mientras tanto, avanza a un ritmo vertiginoso y Corea del Sur no va a la zaga. Japón ha perdido el liderazgo de la zona y el de la inventiva e iniciativa industrial. Difícil, por no decir imposible, será que lo recupere.
El cangrejo, que marcha hacia atrás y es uno de los ingredientes canónicos de la gastronomía del país, podría ser ahora símbolo de la trayectoria de éste. Japón fue la primera nación asiática que puso en órbita un satélite alrededor de la tierra. Eso sucedió en 1970. Aquel sueño espacial es ahora odisea de Kubrick sin Ítaca a la vista. ¡Un, dos, tres! ¡Plaf!
Habrá dimisiones, seguro. En otros tiempos hubieran sido seppuku. Han pasado cuarenta años desde que Mishima, cuyo recuerdo recrudece ahora al calor de ese aniversario, recurrió a él. Nadie, que se sepa, ha vuelto a intentarlo. Aquello fue una carnicería. Iba a ser ejemplo y se quedó en chapuza. Como la del satélite Akatsuki. Hasta el mejor escribano…
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