¡Hay Dios que estrés!

Pérdida de memoria, cambios en la localización de grasas y envejecimiento prematuro son algunas de las consecuencias que el estrés provoca en nuestro organismo. Tanto los estudios llevados a cabo con babuinos como en funcionarios ingleses (estudio Whitehall I y II) han demostrado que un factor preferente en el desarrollo de esta patología puede depender del estatus o jerarquía social con que cuente el individuo dentro de su entorno, como consecuencia del sentimiento del nivel de control con que cuente dentro de su grupo. Se demostró que en los individuos sometidos a este estudio con empleos más bajos y menos posibilidades económicas, eran mayores las probabilidades de morir prematuramente que aquellos con empleos más cualificados.


Así, tras monitorizar la concentración en la sangre de la hormona del estrés, el cortisol, el número de pulsaciones y la presión arterial, entre otros parámetros, se llegó a la conclusión de que el estrés laboral crónico está asociado con la enfermedad coronaria, siendo más probable en hombres y mujeres con menos de 50 años de edad. A su vez, aquellos individuos que estaban sometidos a un intenso estrés laboral presentaban una dieta baja en frutas y verduras.

Aunque el estilo de vida es un factor clave en el desarrollo de enfermedad coronaria, los resultados de la investigación demostraron que los desequilibrios inducidos por el estrés en la función del sistema nervioso vegetativo que controla la actividad cardiaca, son los que establecen la relación entre estrés laboral crónico y riesgo de enfermedad coronaria.

En situaciones normales las células de nuestro cuerpo utilizan el 90% de la energía en actividades metabólicas tales como la digestión, el crecimiento y la reproducción. Ante una situación de estrés, el organismo establece un estado que prioriza en los procesos vitales a corto plazo, produciendo cortisol, la hormona que hace que el organismo libere glucosa en la sangre provocando un aumento de la tensión arterial y el nivel de energía, y que el sistema inmunológico se elimine, entre otros.

Así es como el organismo prepara al animal para responder ante las situaciones de peligro, siendo su acción inocua para la salud. Por el contrario, si estamos sometidos a un estrés constante, el desarrollo de enfermedades aumenta por esta carencia de protección. 



En un estudio llevado a cabo en babuinos, el neurocientífico Robert Sapolsky ha llegado a la conclusión de que los primates (incluido el ser humano), al ser más inteligentes, resuelven en menos tiempos sus necesidades básicas y con ello tienen más tiempo libre. Así, en vez de estar siempre pendientes de factores vitales como la alimentación o la huida del enemigo, están sometidos en mucha mayor medida a factores estresantes derivados de sus relaciones sociales.

Consecuencias Fisiológicas

Antiguamente se creía que el estrés propiciaba el desarrollo de úlceras gastrointestinales. En parte, esto es así. Las úlceras se producen por unas bacterias situadas en el intestino que debilitan sus paredes. Si se reduce el sistema inmunológico como consecuencia del estrés, el poder regenerativo de nuestro cuerpo se ve superado por la acción las bacterias, produciendo las dolorosas úlceras.

En general, la supresión del sistema inmunitario, consecuencia del estrés, aumenta el riesgo de contraer enfermedades infecciosas y el aumento de los trastornos en la función sexual. Además, experimentos con ratas indican que las neuronas del hipocampo, que están relacionadas con el aprendizaje y la memoria, pueden resultar dañadas más fácilmente en situaciones de tensión al disminuir el número de ramificaciones neuronales. En los niños también se puede producir raquitismo de crecimiento y la incubación de la arterioesclerosis que se manifestará en la etapa adulta.


Una investigación demostró que los que se preocupan demasiado tienen un 46% más de posibilidades de que se dañen sus arterias. Otra, que aumenta en un 32% el riesgo de enfermedades cardiovasculares, desde arterioesclerosis hasta un infarto o un ataque cerebral.

Según los médicos, el estrés psicológico actúa de dos formas distintas. De forma indirecta, se asocia a estilos de vida no saludables; de forma directa, el estrés ocasiona la constricción de los vasos sanguíneos, una mayor formación de coágulos sanguíneos, presión arterial elevada, una mayor resistencia a la insulina y diabetes.

Otra de las consecuencias tiene que ver con la longevidad de los telómeros, las encimas situados en los extremos de la los cromosomas y que evitan que se deshilachen. Éstas se acortan con la edad, dependiendo del grado de estrés que se sufre y del tiempo que se ha sufrido el estrés. De esta forma se reduce la vida al reducirse el número de replicaciones. La encima telomerasa, encargada de sintetizar el telómero, es capaz de regenerarlo, reparando los extremos de los cromosomas. El buen humor hace que la telomerasa entre en funcionamiento. A su vez, cuanto mayor es el estrés menor es la dopamina y con ello es menor el nivel de placer.

Cómo Reducir el Estrés

En la sociedad occidental, en las que se tienen cubiertas las necesidades básicas, la reducción del estrés viene determinado por el grado de felicidad y autoestima de cada individuo, así como por la susceptibilidad individual a éste. En los países no desarrollados tecnológicamente, ocho de cada diez personas señalan que son felices, debido especialmente a los fuertes lazos afectivos que les unen a sus familiares, siendo menor así los niveles de estrés. Según Sapolsky, el ser humano puede sufrir por lo que pasa a otras personas o sentirse inferiores ante personas que no conocen pero que son presentadas como ejemplos de éxito. Esta transferencia emociones en el espacio y en el tiempo, singularmente humana, es una posible fuente más de estrés.

Referencias:
http://www.riojavirtual.com.ar/suplementos/salud__ciencia/36457
http://www.consumer.es/web/es/salud/psicologia/2007/04/03/161309.ph


Fuente: http://www.cienciapopular.com/n/Medicina_y_Salud/Estres_Cronico/Estres_Cronico.php

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